martes, 24 de junio de 2014

Hay gente que se me queja porque no cuento las partes divertidas de mi vida. Lo que no todos entienden es que las partes divertidas de mi vida son muy cortas o demasiado extensas para contar o realmente no tienen mucho sentido así que a nadie le importa y bueno, me las guardo para mí.
Esto que voy a decir no es una parte divertida, pero sí una parte interesante y bastante feliz; posiblemente muy pocos lo entiendan.
Tengo una nueva adicción, en realidad una que hace tiempo estaba pero hoy en día tengo el sustento económico y la suficiente curiosidad para llevarlo a cabo. ¿De qué hablo? Fotografía analógica.
Si empiezo a hablar de lo que más me gusta de ello, podría hablar por horas como toda una intelectual del asunto, que obviamente no soy.
Fotografía analógica es fotografía pura, nada de guardar una imagen en una tarjeta o en algún diapositivo, nada de ver lo que querés y si no, volver a internar en el mismo momento, ésta va más allá,  pasa a través del tiempo y atraviesa generaciones, eso es lo que más me gusta. Que es puro proceso químico, pura luz, y que en fin sólo disponemos de ella para dibujar, ya que la fotografía estenopeica nos enseñó que la cámara no es todo.
Otra de las cosas que más me gusta es la incertidumbre de lo que realmente lograste con la cámara. A la hora de revelar, cuando me devuelven un rollo y las fotos ampliadas, veo la cantidad de fotos que generalmente son 36, y me doy cuenta que de muchas me había olvidado y más de una vez me llevo una sorpresa, quién diría que esa foto iba a quedar tan bien; pero bueno, todo no es color de rosa; muchas veces hay desilusiones, y esas son las que más duelen. Pero también es un golpe que sirve, de los errores se aprende.
Pero de lo que no hay duda es que la analogía capta una atmósfera que el digital nunca va a poder lograr, por más edición, retoques, efectos o lo que se le quiera agregar nunca va a esos colores insospechables, esa textura, esa iluminación ni mucho menos el tono o la calidad que una de rollito puede lograr.
Por último, y no menos importante (Es más, es una de las cosas que más me gusta)... es que siento que la puedo llevar a cualquier lado sin preocuparme mucho por lo que le pueda pasar. Obviamente, tengo mis joyitas que no las llevo a cualquier lado porque me puedo llegar a morir... pero si vamos al caso, serán $2000 como mucho y no $11000 de lo puede salir una digital réflex. Mismo si se quiere llevar una compacta; hay una gran diferencia entre mi compacta analógica de $70 y mi compacta digital de $1300. Sumando que nadie se va a robar una cámara analógica de los 90. Así que a esa pequeña la llevo siempre conmigo, porque a lo largo de mi vida me cansé de perderme imágenes. Soy de esas que no les basta con guardarlas en la cabeza.

Todo esto viene porque conseguí muchas cosas nuevas para mis analógicas, como un teleobjetivo para mi Pentax K1000 y la nueva de la familia que es una Ricoh KR5 que enrealidad tiene que ir al taller por una pequeña falla. Ah ¡Y flashes! Eso es algo nuevo, a ver como me va con ellos.